Si hablamos del suicidio no podemos dejar de lado que el suicidio es un problema que atañe a varias facetas de la vida del individuo, así como tenemos que hablar de diferentes factores que interactúan.
Hoy quiero dejar constancia del problema social del suicidio debido al silencio que siempre se ha practicado. Todos tenemos conocidos, ya sean familiares o personas cercanas a nosotros que han intentado el suicidio o han consumado un suicidio. Ahora estamos en datos de 12 suicidios al día en España.
Por el qué dirán o por la vergüenza que uno sentía, siempre que en una familia existía un suicidio consumado, esa familia guardaba silencio, que solo era roto a veces desde la explosión por no poder soportar más la angustia de no saber porque una persona prefirió quitarse la vida, a seguir.
Escuché a Pau Dones hablar del suicidio de su madre, a la que compuso una canción, y lo vi desde una persona que amaba vivir, y entendió que su madre odiara vivir. Desde la comprensión, desde la aceptación y desde saber que no somos culpables los que nos quedamos solo por el hecho de no haberlo visto venir.
¿Os acordabais cuando a una persona no se le enterraba dentro del cementerio porque se había suicidado? No hace mucho tiempo de eso, y todavía existen personas enterradas en espacios no denominados campo santo. Un escarnio público más para la familia.
Una de las circunstancias que hizo que durante mucho tiempo el suicidio fuera tabú, fue el mito de que los suicidios expuestos pudieran atraer a imitadores, y suicidarse por contagio. No digo que no hay alguna persona que lo hiciera, pero tenemos que tener en cuenta que la persona se quita la vida no por placer, sino por no querer seguir sufriendo.
También es importante hablar de una forma responsable del mismo para derrocar los mitos, y dar una información correcta. Otra cuestión la necesidad de que en los medios de comunicación exista un tratamiento especial para cuando se van a dar estas noticias, que como en el caso Blanca Fernández Ochoa, dedicaron programas enteros a desmenuzar como podría haber llegado a la situación, así como buscar recomponer sus últimas horas con vida, y como pudo llegar a consumar dicho suicidio.
Y todo ello sin entender que todo esto produce un gran dolor en el entorno de la familia, los que llamamos los supervivientes. Los supervivientes son las personas que se ven afectadas de forma negativa y significativa por la muerte por suicidio, y puede ir desde familiares directos, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, etc.
Aquí los duelos son diferentes por cuestiones sociales, como puede ser el estigma que se sufre, pero también por el sentimiento de culpa. Y en muchos casos alimentados por los comentarios que se producen en torno a la especulaciones sobre el por qué se quitó la vida. Sentirse juzgados, estar en boca de todas y todos, o incluso en especulaciones del porque se quito la vida son cuestiones que agravan el duelo.
Pero al igual que el suicidio es un problema social, sabemos que las forma de prevenirlos también podemos encontrarlo en la sociedad. Y un primer objetivo que debemos perseguir es volver a crear la esperanza en la persona, ya que el suicidio viene desde la desesperanza de no encontrar soluciones a su situación de sufrimiento. Y esta esperanza ha de venir de la mano de psicoterapia, pero también de un diagnostico social/familiar para ir trabajando y disminuyendo los factores que le proporcionan ese sufrimiento.
Desde el Trabajo Social podemos trabajar haciendo un diagnostico social de la personas y entorno, así como trabajar desde los grupos de ayuda mutua, trabajo de caso, visibilizar, prevenir y sensibilizar, trabajar en el bienestar emocional y físico de la persona, y fomentar hábitos saludables y de resolución de situaciones conflictivas.