La ira es una de las 6 emociones básicas y elementales y es la tercera en aparecer, justo después de la alegría y la tristeza. La ira es un mecanismo de enfoque cognitivo, es decir, nos sirve para enfrentarnos a situaciones de amenaza o cuando consideramos que se nos está negando algo que nos corresponde por derecho. Así pues la ira suele dispararse cuando algo nos frustra, pudiendo aparecer la ira de forma pasiva (se niega el sentimiento y se reprime) o de forma agresiva, esto es de forma hostil, pasando al ataque ya sea de forma física o verbal incluso llegando a la agresión física.

Las personas que expresan la ira de forma predominantemente pasiva tienden a usar el sarcasmo, el desprecio, realizar los comentarios a espaldas de las otras personas, son demasiado autocríticos, tienden a disculparse todo el rato  suelen ser obsesivos y manipuladores y evitan hacer frente a las crisis.

En el lado opuesto tenemos a los que expresan la ira de forma predominantemente agresiva por lo que tienden al bullyng, conductas destructivas o violentas hacia otras personas, animales y/u objetos, presentan un comportamiento maniático, en el sentido de que lo hacen todo muy rápido y de forma descuidada, suelen ser egoístas y recurren con frecuencia a las amenazas o la intimidación, son muy impredecibles, pudiendo explotar por frustraciones menores y suelen ser vengativos, es decir no creen en la justicia retributiva.

Estos, por supuesto, son los dos extremos en la forma de expresar la ira, casi nadie pertenece a uno de los dos tipos, sino que tenemos una mezcla de ambos, si bien seguro que nos sentimos más identificados.

Ahora bien, el problema viene cuando tenemos problemas para controlar nuestra ira, cuando esta es recurrente, explosiva e impredecible y nos genera problemas en nuestro día a día.

El cerebro humano al igual que el de muchos otros animales esta evolutivamente preparado para controlar nos deseos e impulsos inmediatos, permitiendo así que nuestras acciones se desarrollen a medio y largo plazo, lo cual sería imposible si hicieramos en todo momento lo que nos pide el cuerpo. La mayoría de nosotros somos capaces de no gastar inmediatamente todo el dinero que ganamos en caprichos igual que muchas especies son capaces de acumular comida para sobrevivir durante el invierno.

Pero claro, siempre hay excepciones, tanto hacia un extremo como hacia el otro y en el caso de la ira no es diferente.  Hay personas que apenas sufren altibajos emocionales y otras que son incapaces de no mostrar un alto grado de enfado o ira ante situaciones cotidianas y relativamente frecuentes que no lo merecen.

 

La mayoría de personas que presentan esta propensión muestran una serie de características generales:

-Tienen tendencia a la frustración, cuando algo no les sale como planeaban, aunque sean los detalles o cosas más cotidianas, semáforos en rojo, quedase sin pan en el supermercado…

-No toleran la discrepancia, por lo que no suelen aceptar de buen grado que otras personas puedan opinar diferente en temas que para la persona son importantes.

-Tienen predisposición a los ataques verbales o físicos en  situaciones en que otras personas se muestran hostiles, dado que no regulan bien sus impulsos de ira.

-Descargan la rabia en objetos cercanos, e incluso pueden hacerse daño a sí mismas, esto se debe a que la ira aumenta el tono muscular, por lo que se generar tensión muscular que puede llegar a producirnos malestar.

 

Si te sientes identificado o identificada con lo aquí descrito, crees que puedes tener problemas para controlar la ira y necesitas ayuda siempre debes acudir a tu médico o especialista para que sea quien lo determine, en ningún caso debes diagnosticarte por tu cuenta.

 

Aitor Jiménez, Psicólogo de Alganda Servicios Sociales

Nº CM-02704