Muchas veces entramos en conversación entre amigos y amigas sobre que los niños/as de ahora no saben otra cosa que jugar a las tabletas, móviles o videoconsolas. Y no les falta razón. Ahora bien, en esta modernidad ni ha crecido el robo de niños/as, ni secuestro y tampoco es que se pierdan muchos más que antes, quizás hay menos siniestros de chiquillos si me apuras.
El problema es más simple que todo eso, el problema va en nuestro paradigma de utilización de la calle y los espacios públicos, que antes era muy diferente al de ahora. Me acuerdo la de horas y horas que nos pasábamos jugando al balón en las calles de mi barrio, partidos interminables, jugando a ser los mejores jugadores de la liga. Nos valía cualquier lugar, y un balón. Las chaquetas de portería, y el larguero según saltara el portero.
Ahora todo eso se ha sustituido por un cartel que reza “Prohibido jugar a la pelota”, o quizás con poner vallas, coches, y cualquier otro impedimento para poder jugar a la pelota, ya fuera fútbol, baloncesto, o un balón prisionero. (Me acuerdo la canasta, que eran los letreros de las calles o los números de las casas).
En cada barrio existía una explanada o un descampado, lugar de juego de mil aventuras, existía un “cañaveral”, un árbol concreto donde todo subíamos, existía un espacio donde hacer cabañas, rincones muy inexplorados para los peques. Ah, y no había muchos coches, eso es verdad, todo el mundo iba andando a todo, y eso facilitaba.
Ahora todo molesta, hasta tal punto que te hacen, llegado el caso, de que quites el gallinero porque molesta a los que duermen en un hotel o casa rural cercana a tu parcela. Y por último nos encontramos en las casas, cada uno en un habitáculo, viendo una pantalla diferente, con cascos puestos, para no molestar al otro.
Pero ante todo esto, la culpa es de los pequeños, que no saben jugar a nada, y evitamos la responsabilidad de los adultos, que somos los que les damos los “aparatejos” para que no nos molesten.